La historia comienza con una foto, como siempre.
Para los que puedan reconocer más allá del fondo Halloweenesco (o de día de muertos, como prefieran) se trata del segundo piso de la terminal 1 del aeropuerto de la Ciudad de México. Rodeado de comida rápida (podemos ver al fondo un McDonald's) y en primer plano un souvenir que compré en un pueblito en Puebla (valga la redundancia). Me preparaba para emprender de nuevo el viaje de regreso. 16 horas de viaje nunca han sido fáciles. Y ya se que las vivas de un autobus de la TAPO a la Ciudad de Mérida o del AICM a Edimburgo, viajar asi nunca ha sido lo mío. Me cansa. Seguramente debe ser distinto ir en primera clase. Pero yo soy un turista de este planeta, y como tal tengo principios (y una cartera con fondos limitados). Pero ese no es el punto. Las vacaciones en México fueron fantasticas. Me costó trabajo partir. Y no hablo de los 5 kilos que subí estando sólo 4 semanas ahí (yei, no por nada somo el país #1 en obesidad infantil huh), sino las personas que encontré. Mi familia. Mis amigos. Todos ellos los llevaba en mi mente y corazón cuando tome ese vuelo con dirección a Amsterdam. Mi consuelo es que regreso pronto.
Y no solamente regreso pronto a México, sino que regresaré muy pronto a este espacio para seguir contando historias. Y es que un nuevo trabajo, un gran compromiso en puerta, 40 jóvenes mentes en mis manos, y nuevas personas a mi alrededor me dan material para gordas historias.
Mientras tanto me despido. 3 kilos menos perdidos ya, pero aun faltan 2, por eso me voy a hacer un poco de ejercicio. Por lo pronto, espero saber de ustedes.